Estoy en una de esas maquinas de peluches, junto a otros miles de peluches iguales a mí, con la sonrisa cosida al rostro y todos esos colores que atraen al público, el problema es que nadie nunca echará una moneda en la ranura, porque saben que hay una en un millón de probabilidades de que la máquina funcione, la mitad de que me elija a mí, y menos aún de que me saque, y por último si ese milagro llegara a ocurrir, nada de eso asegura que podré hacerte feliz.

 
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