Parece que la ciudad de los arboles musicales se va desplomando lentamente sobre mis pies, y me llena de polvo y de cemento las rodillas y me ensucia y me raya la piel con su aspereza, esa que nunca me dejó soñar, esa que nunca me dejó volar.
(Todo lo que escribo es triste, porque cuando estoy feliz no tengo tiempo de escribir, estoy demasiado ocupada disfrutando mi felicidad)
Camino por las calles grises de tu alma y tengo frío y miedo, miedo a que me absorba la terrible indiferencia de tus modos, a que me traguen los tentáculos de la monotonía y se lleven todas las luces que intenté instalar en las calles de tu gris ciudad.
La gente llora en las calles, todos han salido de sus casas para presenciar la ceremonia de mi partida, el cortejo fúnebre acarrea una fotografía; un sol dibujado con estrellas recién nacidas y mas abajo la montaña congelada por la nieve invernal de un corazón oscuro. Más atrás cinco niños grises cantan una canción de despedida.
(Esto fue algo así como una premonición)
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