Si te ves herido no temas llamarme. No, llámame desde donde te halles, aunque sea el lecho de la vergüenza. Y yo iré, aun cuando estén erizados de espinos los llanos hasta tu puerta. No quiero que ninguno, ni Dios, te enjugue en las sienes el sudor ni te acomode la almohada bajo la cabeza. ¡No! Estoy guardando mi cuerpo para resguardar de la lluvia y las nieves tu huesa cuando ya duermas. Mi mano quedará sobre tus ojos para que no miren la noche tremenda.

Gabriela Mistral
La verdad siempre fui a morir en tus brazos
ResponderBorrarhabria sido mejor vivir en ellos
ResponderBorrarya es muy tarde.. entiérrame y que quede en tu memoria como un lindo recuerdo
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